25 oct 2010

Presión económica contra la última nación neutral del hemisferio

     Ante el fracaso de las presiones políticas tanto a nivel bilateral como multilateral, las autoridades del Departamento de Estado reforzaron las restricciones económicas para la Argentina. Exportadores e importadores norteamericanos, incluyendo firmas instaladas en el mercado argentino, se sumaron a la presión económica contra la última nación neutral del hemisferio
   
    . Por su parte, el embajador Armour recomendó que se estrechara más la cooperación entre ingleses y norteamericanos para presionar a las autoridades argentinas, cercenando los ricos mercados de colocación de carnes. Pero los norteamericanos no pudieron explotar este talón de Aquiles del comercio de exportación argentino, debido a la creciente demanda de carne por parte de consumidores británicos y de los ejércitos aliados.

    A pesar de las limitaciones, las autoridades del Departamento de Estado insistieron con las armas económicas para obligar al gobierno argentino al abandono de la neutralidad. La Junta de Guerra Económica (Board of Economic Warfare) llamó a poner en marcha un severo sistema de controles de exportación que limitara los embarques de artículos de consumo de primera necesidad, equipos mecánicos y repuestos para transportes. Sólo escaparon a esta rigurosa reglamentación los materiales destinados a operar y mantener los frigoríficos y las minas productoras de tungsteno y berilio. Este sistema de permisos comenzó a regir a partir del 1º de abril de 1943. A esta medida de presión se sumaron otras. En el mismo mes de abril el gobierno de Estados Unidos y sus aliados impidieron que la Argentina participara en la Conferencia Alimentaria de las Naciones Unidas celebrada en Hot Springs, Arkansas. Además, la gira del vicepresidente norteamericano Henry A. Wallace por Sudamérica excluyó intencionalmente a la Argentina.

    Finalmente, el gobierno de Castillo cayó por un alzamiento militar en junio de 1943. Este golpe fue recibido con júbilo por las autoridades del Departamento de Estado, quienes inicialmente identificaron este cambio político como un corolario de la exitosa presión diplomático-económica norteamericana. Hull y sus colaboradores festejaron la noticia, convencidos de que el derrocamiento de Castillo llevaría a la ruptura de relaciones con el Eje. Cuando los hechos demostraron que esta optimista percepción era errada, el Departamento de Estado se embarcó en una campaña aún más agresiva que la anterior, para forzar a la Argentina a la beligerancia y provocar una convulsión política de grandes proporciones. 
Fuente : Información obtenida de la Cancillería Argentina
Editado por LUIS ZARATE y MATIAS JARA   

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